Juan Álvarez
Hijo de Antonio Álvarez, natural de Santiago Compostela, Galicia, España, y de Rafaela Hurtado, mestiza de Acapulco, nació en Santa María de la Concepción o barrio de la Tachuela, Atoyac, hoy Ciudad Álvarez, Guerrero, el 27 de enero de 1790. De familia acomodada, hizo sus estudios en la ciudad de México, en el Colegio de Ignacio Avilés. Regresó a su pueblo debido a la muerte de sus padres, quienes le dejaron una importante fortuna, la que fue rápidamente gastada por su tutor, lo que hizo que Juan Álvarez se empleara como vaquero, hasta que la tutela terminara.
En noviembre de 1810 se unió como soldado raso al ejército insurgente de José María Morelos y Pavón, en cuyas fuerzas destacó por su valentía y bravura, por lo que pronto ascendió a sargento y después a capitán, e incluso formó parte de la escolta del caudillo. En febrero de 1811 fue herido de ambas piernas en una batalla frente al fuerte de San Diego, en Acapulco, lo que casi le costó la vida. Posteriormente, bajó las órdenes de Hermenegildo Galeana, intervino en la defensa de Tixtla, en mayo de 1811; en 1813 fortificó el cerro del Veladero, donde permaneció hasta abril de 1814, cuando fue derrotado por Armijo en Pie de la Cuesta. Poco después fue despojado de sus bienes, por lo que su lucha se hace menos eficaz. Fue coronel y comandante militar de Zacatlán, desde donde controló a los realistas acantonados en Acapulco.
Tras la muerte de Morelos, se sujetó a la jefatura de Vicente Guerrero para mantener las guerrillas insurgentes en el sur, de modo que frecuentemente puso en jaque a los realistas. En 1821, Guerrero y Álvarez los vencieron por última vez en El Paso Cueva del Diablo, lo que precipitó la consumación de la independencia.
Álvarez, aunque contrario a la monarquía, sostuvo el Plan de Iguala, y junto con Iturbide y Guerrero, formó el Ejército Trigarante. Fue el encargado de la capitulación de Acapulco, la que ocurrió el 15 de octubre de 1821. Después trató de retirarse del servicio, pero fue nombrado comandante general de Acapulco y gobernador de la plaza en 1822, lo que le permitió afianzar su cacicazgo sobre la región.
En la lucha contra el imperio de Iturbide, Álvarez que era republicano, federalista y liberal, se unió al movimiento de Vicente Guerrero y de Anastasio Bustamante. En 1828 se opuso a la expulsión de los españoles decretada por Guadalupe Victoria, a muchos de los cuales protegió y les garantizó sus bienes. En 1830 luchó en defensa del gobierno de Guerrero en Venta Vieja, Acapulco, El Manglar, Dos Arroyos y Chilpancingo. Ese mismo año fue ascendido a general de brigada. Pero en 1831 fracasó al intentar liberar a Guerrero y frustrar la traición de Picaluga que lo llevó a su muerte.
En 1832 se unió con Nicolás Bravo en Chilpancingo para luchar contra el centralismo de Bustamante, y en 1833 contra el Plan de Escalada, que proclamaba “Religión y fueros”. En 1838 ofreció sus fuerzas para combatir a los franceses en la “Guerra de los Pasteles”. En 1841, tras respaldar el Plan de Regeneración, fue ascendido a general de división. En 1842 y 1843, en varias regiones de lo que es hoy el estado de Guerrero, ocurrió una violenta rebelión indígena a causa de los impuestos y de la poca atención que se daba a la solicitud de las comunidades de restituirles sus tierras, Álvarez logró la pacificación por su prestigio y por la fuerza que detentaba.
En 1844 combatió el centralismo y el gobierno de Antonio López de Santa Anna; en 1847 intervino en la lucha contra la invasión norteamericana al frente de la División del Sur. Posteriormente fue nombrado comandante general de Puebla.
El 27 de octubre de 1849, al constituirse el estado de Guerrero, fue nombrado gobernador interino y poco después, mediante elecciones, se convirtió en gobernador constitucional en 1850. Durante su gobierno creó la primera Casa de Estudios de Enseñanza Superior, antecedente de la actual Universidad Autónoma de Guerrero. Desde su cargo se opuso al Plan de Jalisco, que estableció la dictadura de Santa Anna y gracias a su tenaz resistencia logró sustraer a su estado del poder de Santa Anna. Con su gran prestigio, aunado a su autoridad, ejerció un poder cuya influencia abarcaba los hoy estados de Guerrero, Michoacán, el sur de México, Morelos y Oaxaca, en donde era conocido como “Tata Juan”.
El 24 de febrero de 1854, ante un nuevo envió de tropas a los territorios dominados por Álvarez, éste dirigió a sus soldados la "Proclama de la Providencia" en la que les hizo ver que el verdadero objetivo de Santa Anna era imponer en la región su tiranía. Enseguida, reunidos Álvarez, Comonfort, Trinidad Gómez, Diego Álvarez, Eligio Romero y Rafael Benavides, redactaron los artículos del Plan de Ayutla, en el que entre otras cosas, declaraban que cesaba en el ejercicio de funciones Santa Anna y los funcionarios que hubiesen desmerecido la confianza de los pueblos; que se convocaba a representantes de los estados para elegir presidente interino y que a quince días de haber asumido el puesto, el nuevo presidente convocaría a un Congreso extraordinario para constituir al país en República representativa y popular. El documento fue remitido a Florencio Villarreal, quien lo proclamó el 1º de marzo de 1854.
Al triunfo de la revolución de Ayutla, el 4 de octubre de 1855, reunidos los liberales en Cuernavaca, fue nombrado Juan Álvarez, presidente de la República por un consejo compuesto por un representante de cada uno de los estados; integró su gabinete de la manera siguiente: Relaciones, Melchor Ocampo; Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, Benito Juárez; Gobernación, J. Miguel Arrioja; Hacienda, Guillermo Prieto; Fomento, Ponciano Arriaga, y Guerra, Comonfort. Durante su gobierno, decretó la formación de la guardia nacional para destruir el ejército santanista; convocó al congreso del que resultaría la Constitución de 1857 y el 23 de noviembre de 1855 promulgó la Ley sobre administración de justicia y orgánica de los tribunales, conocida como Ley Juárez, la primera de las leyes de Reforma y con la que quedaron abolidos los fueros eclesiásticos y militares, lo que provocó rebeliones conservadoras en varios lugares.
El 10 de diciembre del mismo año de 1855, Álvarez lanzó un manifiesto en el que hizo un recuento de su actuación como presidente: “se ha establecido un Gobierno Nacional, un centro de unidad para toda la República: se ha convocado y va a elegirse próximamente un Congreso Constituyente: se han revocado un gran número de leyes dictadas bajo la dictadura con enorme perjuicio de los pueblos: se ha evitado que tuviesen efecto alguno contratos de mucha cuantía hechos por el Gobierno absoluto con ruina del Erario: se han dictado en Hacienda disposiciones importantes dirigidas a restablecer en ella la moralidad, la economía y el orden; se ha disminuido considerablemente el ejército que en el pie de fuerza en que se hallaba habría devorado por sí sólo todos los recursos de la Nación; se han anulado algunos de los millares de despachos militares que la dictadura prodigó con enorme gravamen del Erario: se ha comenzado a organizar la milicia nacional del Distrito; se ha dado una ley que arregla la Administración de Justicia, y se han hecho reformas en ella que exigía ya en nuestro país la civilización del siglo”…
A continuación anunció su retiro debido a su estado físico (pasaba de los 65 años): “Tales eran los trabajos en que me ocupaba, cuando exacerbadas mis enfermedades por la influencia del clima, por el rigor de la estación y no poco también por las tareas incesantes del Gobierno, he creído que debía separarme de él temporalmente para procurar bajo un clima más benigno y análogo a mi constitución, el restablecimiento de mi salud muy quebrantada”. Así, informó que decidió dejar su cargo a Ignacio Comonfort. Meses más tarde, el 15 de septiembre de 1856, presentó su renuncia definitiva. Camino a su tierra natal escribió: Pobre entré en la presidencia y pobre salgo de ella; pero con la satisfacción de que no pesa sobre mí la censura pública, porque dedicado desde mi tierna edad al trabajo personal, sé manejar el arado para sostener a mi familia, sin necesidad de los puestos públicos, donde otros se enriquecen con ultraje de la orfandad y de la miseria."
De regreso a sus dominios –el estado de Guerrero-, continuó luchando muy activamente a favor del bando liberal. En 1857 publicó un manifiesto en el que analizó la condición de los peones en los actuales estados de Morelos y Guerrero y propuso ideas para mejorar su situación (ya en 1835 y en 1842 había publicado otros manifiestos en defensa de los derechos de los campesinos).
Al estallar la Guerra de Reforma, Álvarez se puso al frente de la División del Sur y tomó parte en las acciones de Tierra Blanca, Barranca de Acuitlanapa, Tixtla y Chilapa durante los años de 1858, 59 y 60.
Cuando sobrevino la intervención francesa, escribió Francisco Sosa que Juan Álvarez: “influyó con sus consejos y poderosa influencia a mantener viva la llama del fuego patrio en sostén de la segunda independencia del país, afianzamiento de su legítimo Gobierno y reconocimiento del principio de autoridad, hasta el extremo de que el Presidente don Benito Juárez recomendara a los Jefes que operaban contra las fuerzas invasoras, que si la distancia les impedía dirigirse al Supremo Gobierno, consultaran con el señor Álvarez; prueba de confianza en la prudencia del hombre, en la lealtad del acrisolado patriota”. Así luchó hasta la rendición de Maximiliano el 15 de julio de 1867. Poco después, el 21 de agosto del mismo año, falleció en su hacienda La Providencia, ubicada en la costa grande del hoy estado de Guerrero.
Antes, en septiembre de 1861, el Congreso de la Unión le nombró Benemérito de la Patria.
En 1922 sus restos fueron trasladados a la ciudad de México, donde reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario