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jueves, 29 de agosto de 2013

Pascual dona tráiler de agua a maestros de la CNTE


Severo Reyes Alto de la Sección XXII de Oaxaca, señaló que “el donativo significa mucho, esto nos fortalece más como sección y movimiento”.Pascual dona tráiler de agua a maestros de la CNTE





La Cooperativa de Trabajadores de Pascual realizó la donación de un tráiler repleto de botellas de agua para la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en el Zócalo de la Ciudad de México.



De acuerdo con La Coperacha, el cargamento fue recibido con algunos vítores y consignas de parte de los maestros ya que fue el “primer gran donativo que la CNTE ha recibido de cualquier organización, empresa o institución”.

A las 12, un tráiler entregó 36 mil 300 botellas de agua que fueron descargadas por representantes magisteriales de Michoacán y Oaxaca.







Juan Manuel Soto, representante de Pascual señaló que la cooperativa hizo esta donación porque son una empresa social que nació con el apoyo del pueblo. “No podemos taparnos los ojos ante el movimiento magisterial”, señaló.

Severo Reyes Alto de la Sección XXII de Oaxaca, señaló que “el donativo significa mucho, esto nos fortalece más como sección y movimiento”.

La donación de Pascual se da días después de que el senador del PRI, Joel Ayala, pidiera al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que investigue los financiamientos de los maestros.

Ante esos señalamientos la CNTE ha contestado que se financia con recursos propios y con el apoyo social, como el caso del brindado por la cooperativa Pascual.

martes, 20 de agosto de 2013

21 de Agosto de 1842 Muere María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador



1789-1842

Nació en la ciudad de México, en el 10 de abril de 1789 (otros señalan el año de 1787). Su nombre completo era María de la Soledad Leona Camila. Hija única del segundo matrimonio del comerciante español Gaspar Marín Vicario, nacido en la Villa de Ampudia, Castilla la Vieja, y Camila Fernández de San Salvador, originaria de Toluca. Fue su padrino de bautizo su tío Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, prominente abogado realista, quien disfrutaba de una muy buena posición económica y social en la capital de Nueva España. Recibió una esmerada educación, poco frecuente para las mujeres de la época. Muy pronto perdió a su padre y cuando tenía 17 años, murió su madre, por lo que vivió con un su tío y padrino Agustín, quien se encargó de administrar su herencia que ascendía a más de cien mil pesos.

Antes de la muerte de su madre, se firmaron capitulaciones para su matrimonio con Octaviano Obregón y Gómez, abogado, minero y militar, miembro de una opulenta familia de León, emparentada con los condes de la Valenciana. Los Obregón eran cercanos al virrey Iturrigaray y al darse la invasión francesa en España, apoyaron el plan de Talamantes, Primo de Verdad y Azcárate de constituir un gobierno autónomo en tanto no hubiera rey; pero cuando sobrevino el golpe de Yermo, el padre de Octavio fue herido y luego muerto en Guanajuato.

Fue en el despacho de su tío, donde Leona conoció al joven Andrés Quintana Roo, nacido en Mérida, quien estando a punto de terminar sus estudios en la Real y Pontificia Universidad, iniciaba su ejercicio profesional como abogado. Pronto se enamoraron, pero era la época en que invadida España por los franceses, derrocados los reyes españoles y coronado el hermano de Napoleón como el nuevo rey, en la colonia los criollos sostenían que a falta de un rey legítimo, el poder debía volver al pueblo. Al sostener estas ideas, los criollos expresaban también su descontento por la exclusión de que eran objeto de los más importantes puestos públicos, militares y eclesiásticos, los cuales eran reservados para los peninsulares, llamados despectivamente “gachupines” por su arribismo y aspiración de rápido enriquecimiento. Leona y Andrés eran también afines en sus ideas políticas de separación de España, en tanto siguiera ocupada por los franceses y no existiera un monarca español legítimo.

Al estallar la rebelión de Dolores encabezada por Miguel Hidalgo, quizás por influencia de la familia Obregón, Leona empezó a colaborar, sin formar parte de él, con el grupo de “Los Guadalupes”, que en la clandestinidad trabajaba para los insurgentes desde la misma capital del virreinato. Inclusive inventó un sistema de claves y nombres cifrados que tomó de sus libros favoritos para mantener comunicación con los insurgentes.

Andrés intentó casarse con Leona, pero su tío trataba de sostener el compromiso matrimonial y además, no le simpatizaban sus ideas liberales, por lo que se opuso a esa relación. Tampoco el enlace con Obregón se realizó, pues éste marchó como diputado a las Cortes de Cádiz en España.

Al ser fusilados los primeros insurgentes en 1811, animado por Leona, Andrés decidió unirse a las fuerzas que comandaba Ignacio López Rayón. Y al año siguiente, él y Manuel Fernández, primo de Leona, marcharon a incorporarse con los ejércitos insurgentes. No pasó mucho tiempo sin que estuvieran a las órdenes del mismísimo José María Morelos.

Obviamente, Leona no podía acompañarlos y permaneció en la ciudad de México, desde donde, secretamente, recolectaba fondos e información, compraba y enviaba armas, municiones, medicinas y pertrechos en general, a las fuerzas insurgentes. Con el pseudónimo de Enriqueta sostenía importante correspondencia con Andrés y los jefes rebeldes. Además, logró que los mejores armeros vizcaínos que trabajaban en los talleres de maestranza del virreinato, se trasladaran al Campo del Gallo, en Tlalpujahua, en donde fabricaban toda clase de armamento y municiones para pertrechar a los insurgentes. Así gastó buena parte de su fortuna personal; su valiosa ayuda fue recompensada por los insurgentes, quienes le dedicaron las primeras monedas de oro y plata que acuñaron en el sur.

Delatada por uno de sus mensajeros, el arriero Mariano Salazar, ante la Junta de Seguridad y Buen Orden, cuando éste fue detenido el 25 de febrero de 1813 por el militar realista Anastasio Bustamante, Leona fue avisada por una mujer desconocida cuando salía de la misa en el templo de La Profesa y con el pretexto de asistir a una jamaica, huyó en un coche de alquiler al pueblo de San Juanico, en Tacuba, y de ahí a pié a la barranca de San Joaquín, donde se le unieron su aya y otras mujeres para emprender el camino a Tlalpujahua. Sólo llegaron caminando hasta el pueblo de Huisquilucan. Por su parte, los insurgentes la nombraron “Infanta de América” y enviaron un contingente para llevarla a Tlalpujahua.

Sin embargo, su tío Agustín, que disfrutaba de gran influencia política, pudo conseguirle un indulto o perdón de las autoridades virreinales por las acciones que había realizado a favor de los rebeldes, y Leona, enferma, regresó a la ciudad de México. Como rechazó el indulto y tenía que ser procesada, su tío la internó el 13 de marzo de 1813 en el Colegio de Belém, llamado “de las mochas”, en calidad de reclusa forzada, a disposición de la Junta de Seguridad y Buen Orden. Así fue sometida a juicio y se le confiscaron sus bienes.

Leona demostró gran valentía al enfrentarse a sus jueces, asumió toda su responsabilidad y se rehusó a delatar a sus compañeros, pese a estar sometida a una gran presión por parte de sus carceleros. No fue condenada porque antes de que concluyera el juicio, la noche del 23 de abril de 1813, fue rescatada por el coronel insurgente Francisco Arroyave, Antonio Vázquez Aldama y Luís Alconedo, del convento en que se encontraba presa y fue escondida por un tiempo en otro barrio de la capital. Sin embargo, se le dictó sentencia en ausencia y sus bienes fueron confiscados y subastados.

Días después, disfrazados ellos de arrieros y ella de negra, conduciendo un atajo de burros, pudieron salir de la ciudad, llevando Leona, letras y tinta de imprenta para la prensa insurgente. Una vez pasadas las garitas, huyeron a caballo para encontrarse con las tropas de Morelos. En Tlalpujahua, Andrés Quintana Roo esperaba a Leona y así continuaron su viaje hasta Oaxaca.

A partir de entonces, la pareja corrió la misma suerte de la Suprema Junta Gubernativa y del Congreso de Chilpancingo, instalado el 14 de septiembre de 1813 y que el 6 de noviembre siguiente, expidió el Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional. En diciembre, se otorgó a Leona una pensión como “Benemérita de la Patria”, de la que sólo llegó a recibir la primera mensualidad. En esos días de grandes penurias, Leona y Andrés contrajeron matrimonio.

Andrés era miembro de la Junta y como diputado por Yucatán, presidía el Congreso, del que surgió la primera Constitución mexicana en 1814, conocida como la Constitución de Apatzingán. Así, acosados por el ejército realista, en carreta, a caballo y a pié, Leona y Andrés, recorrieron, conforme a las necesidades de la guerra, la región que hoy comprende parte de los estados de Guerrero y Michoacán. Con grandes dificultades siguieron a Morelos, hasta que Andrés cumplió su periodo de diputado y el Generalísimo fue capturado en Tehuacán.

A la derrota de los insurgentes, los sobrevivientes se refugiaron en las montañas, entre ellos, la pareja de Leona y Andrés. Fusilado Morelos, el Virrey Juan Ruiz de Apodaca ofreció el indulto a los insurgentes que todavía resistían el embate de los realistas. Leona y Andrés lo rechazaron en dos ocasiones y prefirieron seguir viviendo en las cuevas de Achipextla. Ahí, en 1817, tuvieron su primera hija, a la que llamaron, Genoveva. Después se ocultaron en el pueblo de Tlacocuapa, en la sierra de Tletlaya.

Un año después, cuando la causa insurgente parecía perdida para siempre por el fusilamiento de Francisco Xavier Mina y por el constante repliegue de las escasas tropas de Vicente Guerrero, habiendo llegado a los límites de sus fuerzas, Leona y Andrés fueron descubiertos por los jefes realistas Vicente Vargas e Ignacio Martínez, exinsurgentes indultados, el 14 marzo de 1818. Ante su inminente aprehensión y sabedor que si no solicitaba indulto previo a su detención, serían fusilados, Andrés formuló el indulto con fecha atrasada para Leona y huyó. Leona y su hija fueron trasladadas a Tejupilco en calidad de detenidas. Andrés, al tener conocimiento de los malos tratos que recibía Leona, pidió el indulto al teniente coronel Miguel Torres, comandante de Tesmalcatepec y se trasladó a Tejupilco, en donde pudo reunirse con Leona y su pequeña hija. El indulto fue confirmado por virrey Juan Ruiz de Apodaca, disponiendo que se les dieran ocho mil pesos de sus bienes confiscados para que se exiliaran a España. Al no entregárseles el dinero, se cambio el exilio por la obligación de residir en Toluca. Ahí radicaron en la pobreza, hasta que en 1820, se les permitió regresar a la capital de la todavía Nueva España. Andrés concluyó sus estudios de derecho en el Ilustre y Real Colegio de Abogados, e inició su ejercicio profesional. Ese mismo año nació su segunda hija, María Dolores de la Soledad.

Al instaurarse el primer Imperio Mexicano, Andrés formó parte del gabinete de Agustín de Iturbide, como subsecretario de Estado y del despacho de Relaciones Interiores y Exteriores. Al disgustarse con él, fue destituido y perseguido. Entonces radicaron otra vez en Toluca.

En ese mismo año, Leona ganó al consulado de Veracruz una indemnización por 112 mil pesos por haberle embargado sus bienes cuando era prófuga; al no poderse hacer efectiva dicha indemnización se le entregó la hacienda de Ocotepec, en los llanos de Apan, con valor de 87 mil pesos, y las casas núm. 2 de la calle de Sepulcro de Santo Domingo y núms. 9 y 10 de la calle de Cocheras, valuadas en 16 mil pesos.

El 15 de noviembre de 1827, el congreso de Coahuila, decretó que a la villa de Saltillo se le nombrara Ciudad de Leona Vicario. La distinción provocó el primer ataque que sufrió Leona: fue acusada por la publicación “El Cardillo de las Mujeres” de defender a los españoles por no haber apoyado su expulsión del país, y de haber actuado por amor y no por patriotismo, a lo cual respondió con una Vindicación en la que rechazó esos ataques y confió en que “la equidad pública dará su debido lugar a las imputaciones de la envidia”.

En 1831, con ayuda de Leona, Andrés fundó el periódico El Federalista Mexicano, desde donde atacaban al gobierno de Anastasio Bustamante, antiguo realista y su perseguidor en 1813. Andrés fue nuevamente perseguido y cuando Leona reclamó protección para su marido, sufrió el escarnio público de la prensa al servicio del gobierno. Ya eran los días en que los antiguos realistas asumieron el gobierno y el general Vicente Guerrero fue fusilado víctima de una traición. Lucas Alamán, ministro del gobierno, atacó duramente los merecimientos de Leona, la acusó de haber recibido casas y haciendas graciasa “cierto heroísmo romancesco, que el que sepa algo del influjo de las pasiones, sobre todo en el bello sexo, aunque no haya leído a Madame Staël, podrá atribuir a otro principio menos patriótico”, lo cual motivo una terminante respuesta de la difamada que publicó en su propio periódico, dado que los demás diarios se rehusaron a darla a conocer.

Leona continuó al lado de su marido y durante la llamada Guerra de los Pasteles, ambos ofrecieron sus bienes para hacer frente a la posible invasión francesa. También sufrió la larga ausencia de Andrés, cuando éste tuvo que viajar a Yucatán en un vano intento de lograr que ese estado no se separara de México.

Leona falleció en su casa de la 3ª de Santo Domingo, número 2, el 21 de agosto de 1842 en la ciudad de México. Después de celebrarse solemnes honras fúnebres en el templo de Santo Domingo, a las que acudieron las más destacadas personalidades de la época, el 25 de agosto fue sepultada en el panteón de Santa Paula. Su cortejo fúnebre fue encabezado por el general Antonio López de Santa Anna, entonces presidente de la República.

Gamollel Arenas (María Leona Vicario) escribió: “Mujer tan extraordinaria por su carácter, tan grande por sus virtudes y tan sublime por sus épicos servicios prestados a la Patria, es una gloria nacional de fulguración inextinguible; y su vida, siempre recordada con cariñosa admiración, debe tenerse como un libro abierto de singular civismo, en la educación de la mujer mexicana, de cuya injerencia en el cultivo de los sentimientos patrios de las generaciones, depende nuestra imperturbable existencia de pueblo independiente y libre.”

En 1900, sus restos y los de Andrés Quintana Roo, fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres del panteón de Dolores.

Desde 1925, sus restos descansan en la Columna de la Independencia y desde 1948, su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión.

Himno Nacional Mexicano Original en sus 10 estrofas.

                                               VERSIÓN ORIGINAL

(Coro)




Mexicanos, al grito de guerra 

El acero aprestad y el bridón, 

Y retiemble en sus centros la tierra 

Al sonoro rugir del cañón. 


Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva 

de la paz el arcángel divino, 

que en el cielo tu eterno destino 

por el dedo de Dios se escribió. 

Mas si osare un extraño enemigo 

profanar con su planta tu suelo, 

piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo 

un soldado en cada hijo te dio. 

II 

En sangrientos combates los viste 

por tu amor palpitando sus senos, 

arrostrar la metralla serenos, 

y la muerte o la gloria buscar. 

Si el recuerdo de antiguas hazañas, 

de tus hijos inflama la mente, 

los laureles del triunfo, tu frente, 

volverán inmortales a ornar. 

III 

Como al golpe del rayo la encina 

se derrumba hasta el hondo torrente 

la discordia vencida, impotente, 

a los pies del arcángel cayó. 

Ya no más de tus hijos la sangre 

se derrame en contienda de hermanos; 

solo encuentre el acero en tus manos 

quien tu nombre sagrado insultó. 

IV 

Del guerrero inmortal de Zempoala 

Te defiende la espada terrible, 

Y sostiene su brazo invencible 

tu sagrado pendón tricolor. 

El será del feliz mexicano 

en la paz y en la guerra el caudillo, 

porque el supo sus armas de brillo 

circundar en los campos de honor. 


¡Guerra, guerra sin tregua al que intente 

de la patria manchar los blasones! 

¡guerra, guerra! los patrios pendones 

en las olas de sangre empapad. 

¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle, 

los cañones horrísonos truenen 

y los ecos sonoros resuenen 

con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!. 

VI 

Antes, Patria, que inermes tus hijos 

bajo el yugo su cuello dobleguen, 

tus campiñas con sangre se rieguen, 

sobre sangre se estampe su pie. 

Y tus templos, palacios y torres 

se derrumben con hórrido estruendo, 

y sus ruinas existan diciendo: 

de mil héroes la patria aquí fue. 

VII 

Si a la lid contra hueste enemiga 

nos convoca la trompa guerrera, 

de Iturbide la sacra bandera 

¡Mexicanos! valientes seguid. 

Y a los fieros bridones les sirvan 

las vencidas enseñas de alfombra: 

los laureles del triunfo den sombra 

a la frente del bravo adalid. 

VIII 

Vuelva altivo a los patrios hogares 

el guerrero a contar su victoria, 

ostentando las palmas de gloria 

que supiera en la lid conquistar. 

Tornáranse sus lauros sangrientos 

en guirnaldas de mirtos y rosas, 

que el amor de las hijas y esposas 

también sabe a los bravos premiar. 

IX 

Y el que al golpe de ardiente metralla 

de la Patria en las aras sucumba 

obtendrá en recompensa una tumba 

donde brille de gloria la luz. 

Y de Iguala la enseña querida 

a su espada sangrienta enlazada, 

de laurel inmortal coronada, 

formará de su fosa la cruz. 


¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran 

exhalar en tus aras su aliento, 

si el clarín con su bélico acento 

los convoca a lidiar con valor. 

¡Para ti las guirnaldas de oliva; 

¡un recuerdo para ellos de gloria! 

¡un laurel para ti de victoria; 

¡un sepulcro para ellos de honor!.

1879-1940 León Trotski



Lev Davídovich Bronstein (Yánovka, Ucrania, 7 de noviembre de 1879 - Coyoacán, México, 21 de agosto de 1940), más conocido como León Trotski.
Nació el 26 de octubre de 1879 en Yákovka, provincia de Ucrania, Rusia. Hijo de un pequeño propietario agrícola judío, su verdadero nombre era Lev Davidovich Bronstein. Estudió en la Universidad de Odesa y de Mykalayiv. Por su vocación revolucionaria, durante su vida fue víctima de constantes persecuciones: primero por el zarismo durante la época de su juventud, y después por Stalin hasta su asesinato.

En 1896 ingresó a la Liga Obrera de Nicoloaiev y al siguiente año fundó la Unión Obrera de la Rusia del Sur. En 1899 fue detenido y encarcelado por la policía zarista y después desterrado a Siberia. Logró escapar en 1902 a Finlandia y Gran Bretaña. A partir de entonces adoptó el seudónimo de León Trotsky, nombre de un carcelero que le había custodiado. Ahí conoció a Plejanov y militó en el Partido Obrero Social Demócrata Ruso POSDR. Entonces Colaboró también en la revista “Iskra” (Chispa), fundada por Lenin. En 1903, cuando se celebró el segundo congreso del POSDR en Londres, Trotsky se opuso a la concepción autoritaria del partido que sustentaban Lenin y los bolcheviques, por lo que se unió a los mencheviques, grupo moderado del POSDR.



En 1905 regresó a Rusia clandestinamente y como presidente del consejo de obreros de San Petersburgo, fue el principal dirigente de la revolución; tras su fracaso fue nuevamente deportado a Siberia, condenado a cadena perpetua. Volvió a escapar en 1907 y a partir de entonces viajó por distintos países: Francia, de donde fue expulsado por oponerse a la guerra; Austria, en donde fundó el periódico Pravda; España y Estados Unidos, en donde editó Novy Mir.



Regresó a Rusia en 1917, después de la abdicación del zar Nicolás II. Ahí ganó una enorme popularidad por ser el dirigente más elocuente de la izquierda soviética. Presidió el soviet de Petrogrado y formó parte del buró político del Partido Bolchevique. Encabezó la revolución de octubre que llevó al poder a los bolcheviques. Fue el principal responsable de la toma del Palacio de Invierno. Al triunfo de la revolución, como comisario de Asuntos Extranjeros, firmó los tratados de paz de Brest-Litovsk que sacó a Rusia de la Primera Guerra Mundial.

Nombrado Comisario del Pueblo para la Guerra, organizó el Ejército Rojo que derrotó al Ejército Blanco de las fuerzas de los contrarrevolucionarios rusos y de los 22 países que los apoyaban. Durante esta guerra civil, desarrolló el "comunismo de guerra", que consistía en el control estatal del consumo y la producción, en especial de los bienes agrícolas y los insumos bélicos, para asegurar el abastecimiento del Ejército Rojo y de la población más pobre de las ciudades.

En 1925, después de la muerte de Lenin, Trotsky fue destituido de sus funciones por Stalin. Lo que los distanciaba era la teoría de la “revolución permanente” de Trotsky (ya esbozada por Marx en 1848 y asumida por Lenin en los meses de la revolución), que enfatizaba el carácter internacional del socialismo, la no coexistencia con los países capitalistas y la promoción de movimientos revolucionarios en todos ellos, pues consideraba que un régimen comunista que estuviese limitado a Rusia no tendría posibilidades de mantenerse; por eso la revolución rusa debía vincularse con la economía mundial y la lucha internacional por el socialismo, así podrían crearse los Estados Unidos de Europa, cuando al repudiarse la deuda externa se precipitara la crisis revolucionaria. ·En lo interno, consideraba que la prioridad era el crecimiento acelerado de la industria socialista. Como Bujarin, Stalin creía en el socialismo en un solo país, en Rusia, pero aceptaba el énfasis en la industrialización. Tampoco Trotsky apoyaba la centralización en un partido y la creciente burocratización del gobierno soviético que estimulaba la planificación económica; pensaba que una planeación efectiva debía de considerar un mercado y una democracia política, de modo que las prioridades fueran decididas por sindicatos independientes, precios flexibles y múltiples partidos políticos.

En 1927 Trotsky fue expulsado del Partido Comunista y dos años más tarde fue expatriado de la Unión Soviética, deportado a Alma Ata y después a Turquía. En 1932 él y su familia fueron privados de su nacionalidad; viajaron de país en país en busca de asilo, pero siempre fueron expulsados.



Trotsky, su esposa Natalia Sedova y y su secretario Jean Van Heijenoort llegaron a México el 9 de enero de 1937, después de que el presidente Cárdenas les concedió una visa de residencia. Trotsky fue amigo del pintor Diego Rivera y de su esposa Frida Kahlo, por lo que a su llegada a la ciudad de México, vivió en su casa. Desde el principio enfrentaron, no sólo la hostilidad de la derecha, sino de las "dos cabezas" del stalinismo mexicano: el Partido Comunista Mexicano y Lombardo Toledano, dirigente de la Central de Trabajadores de México y promotor de su expulsión del país. También tuvieron conflictos con el grupo trotskista mexicano, algunos de cuyos miembros exigieron una campaña de "acción directa" contra Cárdenas, cuando la economía empeoraba por el boicot de las potencias extranjeras contra la expropiación petrolera.



Durante los primeros meses de su estadía, Trotsky se dedicó a formular los argumentos de su defensa a los “Juicios de Moscú” -“Contraprocesos”- los cuales presentó ante una Comisión de Investigación Internacional, encabezada por el filósofo norteamericano John Dewey; la Comisión –reunida en la ciudad de México en abril de 1937- tomó la declaración de Trotsky, su alegato quedó asentado en su libro Los crímenes de Stalin. El veredicto fue: “No culpable”.



Después trabajó en el análisis de la inminente guerra mundial, que consideraba que sería la partera de la revolución socialista mundial. La realidad mexicana y latinoamericana también fueron su objeto de estudio: "En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capitalismo extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o bien maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros”.

Respecto a la lucha antifascista en curso, escribió: "En los países atrasados el camino para oponerse al fascismo es ante todo el camino de la lucha revolucionaria por la independencia nacional y por la transformación radical de las relaciones agrarias. Sin la revolución agraria no hay independencia nacional ni salvación contra el fascismo. Cualquiera que bloquee el camino hacia la expropiación de la propiedad territorial y de los recursos nacionales en beneficio de los campesinos y del pueblo en general, está instigando al fascismo. Generalidades vagas acerca de la amistad y la democracia no son suficientes. Se debe tener una posición clara: o con los magnates del capital y de la seudodemocracia, o con la democracia genuina de los obreros, los campesinos y los pueblos oprimidos…oponemos particularmente el proletariado a la burguesía en la cuestión agraria, porque la clase que gobernará, en México como en todo los demás países latinoamericanos, será la que tendrá con ella a los campesinos. Si los campesinos continúan apoyando a la burguesía como en la actualidad, entonces existirá ese tipo de estado semi bonapartista, semi democrático, que existe hoy en todos los países de América Latina, con tendencias hacia las masas."

En lo que se refiere a la reciente expropiación petrolera señaló: "La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista.... Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera del mundo entero, y especialmente de Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y oprimidos."



En 1938 fundó la Cuarta Internacional, formada por pequeños grupos antiestalinistas, que reivindicaban el leninismo y la revolución.

Condenado a muerte durante los Juicios de Moscú, Trotsky también en México fue víctima de atentados, el agente soviético Kótov, que desde aquí dirigía las operaciones contra Trotsky ordenó su asesinato.



El 24 de mayo de 1940, al alba, una banda armada encabezada por el pintor estalinista David Alfaro Siqueiros, atacó la casa de Trotsky en Coyoacán, que habitaban también su mujer y algunos camaradas, secretarios y guardianes. Salió ileso porque al escuchar las primeras ráfagas de balas, se lanzó fuera de su cama, su esposa lo empujó contra la pared y lo protegió con su cuerpo. Uno de sus guardias personales, el joven trotskista norteamericano Robert Sheldon Harte, fue raptado por los asaltantes. Un mes más tarde se encontró su cadáver cubierto de cal viva en una casucha campesina.

““¡Nos han dado otro día de vida, Natasha!”” solía exclamar alegremente Lev Davidovich a su compañera inseparable Natalia Sedova todas las mañanas, cuando la luz del día se introducía por la oscurecida alcoba… “Morir no es un problema cuando un hombre ha cumplido su misión histórica”, le dijo Trotsky una vez a un grupo de camaradas jóvenes.”

El día 20 de agosto de 1940, a las cinco de la tarde, Jacques Monard, un sujeto que había ganado la confianza de una de las secretarias de Trotsky y que visitaba frecuentemente la casa de Coyoacán, se presentó ante Trotsky para pedirle su opinión sobre un artículo; ya en su despacho, lo agredió con un piolet que llevaba escondido entre sus ropas, con el que le perforó el cráneo. Sus secretarios acudieron en su ayuda y detuvieron al asesino, pero ya era tarde. Su nieto, Esteban Volkov, refirió: “… '¡Jackson!' dijo Lev Davidovich, mientras se aferraba al marco de la puerta de su oficina, cubierto en sangre y señalando el agresor a Natalia, quien llegó corriendo. Era como si estuviera intentando decir: aquí está, el ataque de Stalin que estábamos esperando. Con gestos dificultosos, intentó señalar el estudio, '¡no lo maten - él debe hablar!' logró decir mientras yacía en el suelo del comedor a aquellos que lo rodeaban. Y tenía razón. Esta era la mejor manera de echar luz sobre el carácter del crimen”.

Ahora ya no hay ningún secreto. La conspiración procedió por etapas: Stalin, Beria, Leonid Eitingon, su amante Caridad Mercader y su hijo, el catalán Ramón Mercader del Río (alias Jackson) eran las personas que asesinaron al fundador del Ejército Rojo y el camarada de armas de Lenin.

Poco después, en una ambulancia de la Cruz Verde lo condujeron al Puesto Central de Socorros, en donde murió al día siguiente. Al cortejo fúnebre, asistieron casi 250 mil obreros y campesinos que sintieron orgullo de albergar en México al gran revolucionario ruso. Sus restos fueron incinerados y enterrados en el jardín de cactos y flores mexicanas sito en la casa que habitó; señala el lugar, un monumento diseñado por Juan O'Gorman. Posteriormente, la casa, fue habilitada como Museo León Trotsky.



Mercader pasó veinte años en prisión y al salir viajó a Checoslovaquia. Después fue a la URSS, por este asesinato, el gobierno condecoró a Mercader con la Estrella de Héroe de la Unión Soviética.

Trotsky fue un escritor sumamente prolífero, algunas de sus obras son: De la revolución de octubre a la paz de Brest-Litovsk (1918), Terrorismo y comunismo(1920), Entre el imperialismo y la revolución (1922), ¿A dónde va Francia?(1922), Lenin (1925), La revolución de febrero (1926). Mi vida (1930), La Revolución Permanente(1930), Historia de la Revolución Rusa (3 volúmenes, 1931-1933), La revolución traicionada (1940), y decenas de artículos sobre los principales temas de su época (estalinismo, nazismo, fascismo o la Guerra Civil Espaňola).

Su nieto Volkov concluye: “León Trotsky… cayó en la primera línea de la lucha por el verdadero socialismo -el socialismo que fue concebido por Marx, Engels, Lenin y el propio Trotsky… codo a codo con Lenin, le aportó una base ideológica marxista tanto a la revolución derrotada de 1905 y la revolución victoriosa de Octubre de 1917. En esta última, la intervención de Trotsky fue decisiva… Pero las páginas que se grabarán para siempre en los anales de historia serán el último período de su vida: la lucha indomable y heroica que emprendió hasta su muerte... lucha tenaz e ininterrumpida contra la dictadura burocrática stalinista, que lo convirtió en el revolucionario más calumniado y perseguido del mundo…”

La vigencia del pensamiento de Trotsky radica en que muchos de los temas políticos tratados por él, como la construcción del socialismo democrático, siguen a debate a la caída de la Unión Soviética, que Trotsky vislumbró no podría sobrevivir en un ambiente internacional dominado por el capitalismo; la auto organización y la democracia directa de las agrupaciones obreras, también fueron preocupaciones de Trotsky que mantienen su actualidad.

20 de Agosto de 1928 Se reforma la Constitución para eliminar los municipios en el Distrito Federal


Home Page ImageÁlvaro Obregón resultará electo presidente de la República el primero de julio de 1928 con el cien por ciento de los sufragios (en 1920 había obtenido el 96%); pero el siguiente 17 de julio será asesinado y el día 30 el Congreso, una vez obtenido el voto mayoritario de las legislaturas locales, declarará aprobadas las reformas al artículo 73 constitucional en medio de vivas al general ya muerto. La difusión de este hecho por la prensa será “discreta”. 



Este lunes se publican en el Diario Oficial las reformas a las bases 1ª, 2ª y 3ª de la fracción VI del artículo 73 de la Constitución que desaparecen los ayuntamientos de elección popular en el Distrito Federal.

En el nuevo texto se establece:

“1ª. El gobierno del Distrito Federal estará a cargo del Presidente de la República, quien lo ejercerá por conducto del órgano u órganos que fije la Ley respectiva”.

2ª. El Gobierno de los Territorios estará a cargo de Gobernadores, que dependerán directamente del Presidente de la República, quien los nombrará y removerá libremente.

3ª. Los Gobernadores de los Territorios acordarán con el Presidente de la República por el conducto que determine la ley”.

Originalmente, las bases mencionadas señalaban:

“1ª El Distrito Federal y los Territorios se dividirán en Municipalidades, que tendrán la extensión territorial y número de habitantes suficientes para poder subsistir con sus propios recursos y poder contribuir a los gastos comunes.

2ª. Cada Municipalidad estará a cargo de un ayuntamiento de elección popular directa.

3ª. El Gobierno del Distrito Federal y los de los Territorios estarán a cargo de Gobernadores que dependerán directamente del Presidente de la República. El Gobernador del Distrito Federal acordará con el Presidente de la República, y los de los Territorios por el conducto que determine la ley. Tanto el gobernador del Distrito Federal como el de cada Territorio, serán nombrados y removidos libremente por el Presidente de la República”.

La reforma entrará en vigor el 1º de enero de 1929.

El 31 de diciembre siguiente, será expedida la Ley Orgánica del Distrito y del los Territorios Federales, en la que se especificará que el Distrito Federal tiene la extensión y límites fijados por los decretos de 15 y 17 de diciembre de 1898 y que estará dividido en un Departamento Central formado por las que fueron Municipalidades de México, Tacuba, Tacubaya y Mixcoac que tendrá por cabecera la ciudad de México y trece delegaciones: Guadalupe Hidalgo, Atzcapotzalco, Iztacalco, General Anaya, Coyoacán, San Ángel, La Magdalena –Contreras-, Cuajimalpa, Tlalpan, Ixtapalapa, Xochimilco, Milpa Alta y Tlahuac, cuyas cabeceras serán las poblaciones de esos nombres. Se dispone que en la cabecera de cada Delegación habrá un Delegado que tendrá a su cargo la administración de los servicios públicos locales y en las poblaciones del Distrito Federal que no sean Cabecera de Delegación, habrá un subdelegado que será nombrado y removido por el Delegado respectivo, con aprobación del Jefe del Departamento Central.

Bajo el nuevo régimen legal, Juan Manuel Puig Casauranc, será nombrado, el primer Jefe del Departamento del Distrito Federal.

La reforma tuvo lugar como parte de la disputa por la presidencia de la República durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, cuando Obregón lanzó su candidatura para su reelección pero la mayoría de los presidentes municipales del Distrito Federal se le opusieron; como Obregón contaba con el apoyo de la mayoría del Congreso, urdió que los diputados obregonistas procedieran a suprimir los municipios para sustituir a los presidentes municipales de elección popular, por Delegados designados por la administración callista, favorable a Obregón.

Así, durante su campaña presidencial planteó que en los hechos estaba demostrada la inoperatividad de la organización municipal en el Distrito Federal por la coexistencia difícil de autoridades nombradas por el presidente (el gobernador) y de elección popular (los ayuntamientos), así como por la incapacidad de los ayuntamientos existentes para solventar sus gastos, por lo que propuso suprimir los municipios para contar con unidad de mando y lograr eficiencia en los servicios públicos.

El 18 de abril 1928, Obregón envió a la Cámara de Diputados, a través de sus diputados leales, la iniciativa de reforma constitucional para la supresión de los ayuntamientos del Distrito Federal, en la que sostuvo los argumentos mencionados en su campaña y señaló que desde 1824 las funciones de los ayuntamientos habían sido absorbidas por los poderes federales; que si bien, según la ley vigente en ese momento de fecha 13 de abril de 1917, sobre organización del Distrito Federal, el ayuntamiento era autónomo en teoría, en la práctica dependía el Ejecutivo Federal o del gobierno del Distrito, “…llegaremos forzosamente a la conclusión de que el poder municipal en el Distrito Federal no tiene razón de ser”. Asimismo, afirmó que las necesidades de los municipios son “siempre arregladas con auxilio de los poderes del centro” y “…queda aún la muy poderosa razón de la gran economía que se conseguiría si en vez de dos tesorerías, la del gobierno del distrito y la municipal, sólo una se encargara de la recaudación de los fondos públicos, si se quitasen los grandes desembolsos que exige el sostenimiento de todos los doscientos ediles del Distrito Federal…”

Con base en lo anterior, se propuso la siguiente reforma al artículo 73 de la Constitución; “El Congreso tiene facultad: … Para legislar en todo lo relativo al Distrito Federal y por lo que respecta a los territorios, conforme a las bases siguientes: …Los territorios se dividirán en municipalidades… Cada municipalidad de los territorios estará a cargo de un ayuntamiento de elección popular directa… El gobierno de los territorios estará a cargo de gobernadores, que dependerán directamente del presidente de la república, quienes serán nombrados y removidos directamente por este último funcionario y acordarán con él por el conducto que determine la ley… Esta ley entrará en vigor el día primero de enero de 1929”.

Al darse cuenta de la incongruencia en que incurría, dado que la misma situación que criticaba en el Distrito Federal permanecía intocada en los Territorios, Obregón procedió a proponer también la eliminación en ellos de los ayuntamientos. Así, el 12 de mayo de 1928, reorientó su proyecto de iniciativa: “Por mandato constitucional, el Distrito Federal es la residencia de los supremos poderes de la Federación; en consecuencia… al presidente de la república es a quien compete el gobierno de la misma entidad… la Ley Orgánica creará… el órgano u órganos por medio de los cuales el presidente de la república ejercerá las referidas funciones en el Distrito Federal. Igualmente, considero necesario… que sean suprimidas como entidades autónomas los ayuntamientos de los territorios federales, ya que no es lógico que una entidad política que carece de soberanía dentro del pacto federal, como son los territorios, se subdivida a su vez en entidades políticas autónomas, como son los municipios libres que actualmente las componen, por lo que estimo que debe suprimirse tal subdivisión, pudiendo conservarse, para los efectos meramente administrativos, la división de municipalidades sobre la base de que serán administradas por consejos municipales de nombramiento directo de los gobernadores de los territorios”.

El 17 de mayo siguiente, 174 legisladores votaron la supresión de los ayuntamientos del distrito y los territorios federales; sólo veintiuno lo hicieron en contra. La reforma, que entraría en vigor a partir del 1° de enero de 1929, fue turnada al Senado y a las legislaturas locales para su debida aprobación.

20 de Agosto de 1914 Carranza entra a la capital después de que hace cinco días lo hicieron las tropas constitucionalistas y asume el poder ejecutivo



Triunfa así el Plan de Guadalupe proclamado en 1913 por los estados de Coahuila, Sonora y el centro del país, que desconoce a Victoriano Huerta y a los Poderes Legislativo y Judicial de la Unión, a la vez que designa Primer Jefe del Ejército Constitucionalista a Carranza.



Al triunfar la revolución se harán evidentes las pugnas entre los revolucionarios: las diferencias entre Villa y Carranza no se solucionarán en la Convención de Aguascalientes; Villa será desconocido como Jefe de la División del Norte y Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista; Eulalio Gutiérrez será nombrado Presidente Provisional. Carranza instalará su gobierno en Veracruz.



Con la victoria de Obregón sobre Villa regresará a la ciudad de México y convocará a un Congreso Constituyente del que resultará una nueva Constitución en 1917. Pero será obligado a abandonar nuevamente la capital en 1920 por la rebelión de Agua Prieta y otra vez camino a Veracruz, será asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920.

20 de Agosto de 1847 Tropas mexicanas al mando de Pedro María Anaya y Manuel Rincón luchan contra las fuerzas al mando de Scott en Churubusco



La batalla de Churubusco se realiza en dos etapas: la primera en el puente del mismo nombre; la segunda en el propio convento de Churubusco, improvisada fortaleza al mando de los generales Manuel Rincón y Pedro María Anaya., en donde los batallones Independencia y Bravos, guardias nacionales, y soldados irlandeses, en número de 650, mal armados y peor instruidos se enfrentan a las fuerzas norteamericanas con el inútil propósito de detener al invasor norteamericano tratando de dar tiempo a que el grueso del ejército mexicano llegue a la ciudad de México. El esfuerzo es más infructuoso porque Antonio López de Santa Anna ya está en retirada.

En los “Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos”, se reseña la lucha en el puente de Churubusco de la siguiente manera:

“El general Santa-Anna colocó una batería de cinco piezas en la cabeza del Puente, protejida por las compañías de San Patricio y el batallón de Tlapa.

El tránsito estaba obstruido por dos carros de municiones: por encima de ellos, por entre las ruedas, por los pies de las mulas que los tiraban, pasaban todos confundidos y en masa, dejando abandonada en la calzada de San Antonio la mayor parte del parque que con actividad había procurado salvar el general Alcorta; pero el general Santa-Anna provino no pasara por el Puente ningún carro, hasta que lo verificase la tropa toda, procedente de los dos rumbos, y esto dio lugar a la perdida de tantas municiones. Desesperando salvarlas el general Alcorta, se retiró el último de la calzada, al ver que el enemigo penetraba por ella. En estos momentos, las fuerzas de Worth, al abrigo de los carros del parque abandonado, avanzaron sobre el Puente. El general Santa-Anna que lo notó, mandó contramarchar a la brigada de Pérez, la que volvió pocos momentos después, continuando la demás fuerza para la capital, guiada por el cuartel maestre el ejercito. Situó al 1º ligero en la cabeza del Puente, ya su izquierda al 3º, 4º y 11º, sirviéndoles de foso un arroyo que pasaba a su frente. El enemigo avanza en columna hasta muy cerca de los parapetos: nuestra artillería e infantería, con una granizada de balas la despedazan y hacen vacilar: uno de nuestros cañonazos incendia a la vez dos de los carros del parque, abandonados frente a la batería. Se escucha un estallido horrible, y sus fragmentos se reparten en todas direcciones, causando estragos formidables.

Los americanos forman una nueva batalla frente a la posición, y se hace general el combate. Dos líneas de humo se marcan en el aire; dos rastros de sangre se señalan en el campo. El bizarro coronel Gayoso, del 1º ligero, manda romper con su música una alegre diana, y en este momento cae herido. El convento de Churubusco parece un castillo: su costado derecho y el frente están inflamados por llamaradas opacas.

Mandan sus defensores por parque: el general Santa Anna les envía un carro de los que quedaron embarazando el paso y por refuerzo a las compañías de Tlapa y San Patricio. El general Alcorta reconoce toda la línea: D. Antonio Haro, D. Agustín TorneI, D. Juan José Baz, D. Vicente García Torres y otros dignos oficiales, trasmiten órdenes del general en gefe, y llevan a la línea algún parque conseguido con dificultad.

Una nueva columna enemiga se interpone entre el Puente y el convento, arnagando envolver las dos posiciones. El general Santa-Anna toma el 4º ligero y parte del 11 de línea, y se dirige a la hacienda de los Portales, un cuarto de legua a retaguardia, con el objeto de contener los avances de los flanqueadores. Sitúa algunos infantes en la azotea de una casa que se levanta junto a la calzada; circunda su pie con el resto de la fuerza, y comienza el fuego en este punto.

En estos momentos cesa el ataque del Puente, porque los americanos se dirigieron a la derecha, siguiendo a los que les precedían. El general Bravo llega a este tiempo por los potreros, con unos restos salvados de San Antonio. Pérez Ie manifiesta que están cortados, y que no quedaba ya ni un cartucho: en consecuencia, se desvandan sus soldados por todas direcciones, tomando algunos la del Peñón. Los enemigos se apoderan del Puente sin más resistencia, y cañonean a los fugitivos con su misma artillería, abandonada allí por la desaparición de los armones y tiros de caballos.



En Portales se redobla el ataque: los americanos avanzan; derrámanse en tiradores sobre la llanura. El general Quijano vuelve a este punto con los Husares, Veracruz y restos de la caballería del Norte: redobla sus esfuerzos para hacerla cargar, y se toca a degüello. Al partir, encuentran una pequeña zapa, que.declaran obstáculo, y con este pretesto contramarchan...

El general Santa-Anna con su estado mayor y el general Alcorta se retiran también de este punto, que aun queda batiéndose. Se incorpora a la caballería, y desesperado, da de latigazos a varios oficiales que huían. En la calzada se ve un desorden horrible: todos se confunden, se empujan, se atropellan. Los dragones americanos montados en frisones ligeros, alcanzan a nuestra retaguardia, y aumentan el espanto acuchillando a los que encuentran a su paso. Llega el general a la garita de San Antonio y tras él nuestros restos despedazados, mezclados con algunos dragones enemigos ebrios de sangre. Se disparan en ella cañonazos a metralla, y sesenta infantes que cubren su entrada, rompen un fuego graneado sobre la calzada, alentados por la presencia de los generales Santa-Anna, Alcorta y Gaona, que se los mandan. En este momento penetra por un lado de la muralla un oficial americano, con uniforme azul, montado a caballo, con espada en mano, descargando tajos; cae herido sobre la esplanada: muchas espadas se desnudaron para matarlo; pero otras también lo hicieron para defenderlo al verlo caer. Se levantó desarmado, pero radiante de valor, y sonriendo de felicidad a las puertas de la capital. El fuego cesa, porque desaparecen en la calzada todos los objetos: muchos de nuestros soldados fueron muertos por sus mismos compañeros, al aproximarse a esta barrera fatal, confundidos con los enemigos.”



La segunda etapa es la defensa del convento de Churubusco por las tropas de Pedro María Anaya. Twiggs y Worth, atacan el convento. En los Apuntes citados, también se da cuenta de la defensa desesperada que los mexicanos hacen del convento:

“Eran las siete de la mañana del 20, cuando a un tiroteo lejano sobre las lomas de Padiema, bastante perceptible y empeñado sucedió una ligera y silenciosa pausa, anuncio funesto del descalabro que en aquellos momentos sufría la división mas florida de nuestro ejercito. Poco tardaron en empezar a correr las voces desconsoladoras que afirmaban la derrota, y que introducían el desaliento y la confusión en los soldados que las percibían. Sin embargo, las tropas de Churubusco se apresuraban a obedecer la orden que se les había dado, para que los batallones de Independencia y Bravos, con una pieza de a cuatro, se preparasen a entrar en la línea de batalla, cuando la noticia confirmada del desastre de Padiema, y las nuevas órdenes que se recibieron, no dieron lugar a que se ejecutase la salida.

En efecto, el general TorneI, cuartel maestre del ejercito, había mandado comunicar desde antes la derrota de Valencia, y que las tropas enemigas avanzaban sobre la capital. Una compañía de Independencia, mandada por el pnmer ayudante del cuerpo D. Francisco Peñuñuri, recibió en consecuencia la orden de situarse en la torre de la iglesia de Coyoacán, y protejer desde allí la retirada.

Pronto empezaron a pasar por entre las fortificaciones de Churubusco, las tropas que verificaban su retirada por disposición del general en gefe. Este se presentó poco después: hizo alto para mandar que se aselerase aquella, y dirigió la palabra a los generales Rincón y Anaya, haciendo la mas severa critica de la conducta a del general Valencia, inculpándolo por su desobediencia, atribuyendo a su ambición y sed de engrandecimiento el desastre que acababa de ocurrir, y manifestando que había mandado fusilarlo, donde quiera que se Ie encontrase, en castigo de sus faltas. Estas increpaciones que hemos espresado en un lenguage decente, por guardar a nuestros lectores el respeto que les es debido, se hicieron en un dialecto que no puede repetirse.

Corroboró también Santa-Anna la noticia de que el enemigo venía sobre su retaguardia, y después de recomendar que se hiciera en Churubusco una defensa vigorosa, se retiró. Las tropas continuaron también su marcha: los defensores de Churubusco, destinados al sacrificio por la salvación de los demás, vieron pasar a más de cinco mil soldados, llamados la flor del ejército, a quienes se hacia retirar sin combatir; y abandonados a sus propios esfuerzos, unos seiscientos cincuenta paisanos, mal armados, sin la instrucción necesaria ni la energía y serenidad que se adquieren después de hallarse en varios combates, iban a arrostrar el empuje de todas las fuerzas de los Estados-Unidos, victoriosas e irresistibles, y precedidas del terror que preparó todos sus triunfos, y que un conjunto de circunstancias pareció empeñado en inspirar a los de Churubusco más que a nadie.

A las once y media de la mañana, el general Anaya, acompañado de sus ayudantes, se adelantó por el camino de Coyoacán, para cerciorarse de la proximidad de los enemigos, y reclbló aviso por algunos indígenas que abandonaban sus chozas, corriendo despavoridos de que las columnas de los americanos avanzaban efectivamente sobre el convento. Confirmóse de una manera indudable esta noticia por los restos de la fuerza de Independencia que se había mandado a Coyoacán con Peñuñurri, y que después de sufrir alguna pérdida, se habían replegado batiéndose en retirada, y atravesando, para salvarse, por entre el cieno y las milpas. Sabedor de lo que pasaba, y habiendo avistado a corta distancia la vanguarla enemiga, el general Anaya volvió a Churubusco, donde ya todo estaba listo para la defensa; pero antes de referirla haremos una ligera descripción del terreno en que se verificó.



Es Churubusco una pequeña aldea, distante dos leguas de México, situada en la confluencia de los caminos de Tlalpam y Coyoacan, formando, por decirlo así, el vértice del ángulo que representan ambas calzadas. El pueblo de Churubusco se forma de un grupo de humildes chozas de adove, levantadas en un suelo fértil y pantanoso, donde la vegetación se desarrolla exuberante. Sus sembrados producen la caña corpulenta del maíz, y las milpas se prolongan hasta la misma iglesia y convento de Churubusco.



Este edificio, por su solidez y fortaleza, y por su situación, había sido escogido para resistir, o por mejor decir, para contener por algún tiempo a las fuerzas enemigas. Ni podía exigirse otra cosa, si se atiende al poco auxilio que prestaba la fortificación pasagera que se había levantado, y que consistía en un parapeto construido con adoves, de cerca de ocho pies y medio de espesor, a la distancia de veinte pasos de la puerta del convento, y defendido con anchos fosos, llenos en la mayor parte, de su profundidad, de agua movediza, y de la que mana del mismo terreno. La premura del tiempo y la precipitación con que se había trabajado en las fortificaciones, no había permitido que el parapeto, levantado en el frente y costado izquierdo, se estendiera al flanco derecho de la posición, ni a la azotea del convento, ni aun que donde existía estuviera acabado.

Al amanecer el día 20, no había en Churubusco un solo artillero, ni más piezas que una de a cuatro, que poco o nada hubiera servido para contener al enemigo; pero afortunadamente al retirarse el general Santa-Anna, dio orden de que quedaran allí cinco de las piezas que llevaban sus tropas; con lo que ya se pudo hacer una resistencia mas detenida.

Dispuesto, pues, todo para el ataque, los defensores de Churubusco esperaban sobre las armas que se acercaran los enemigos. Estos entre tanto avanzaban sobre el convento, del que creían apoderarse a muy poca costa, pues la facilidad con que habían llegado hasta allí, les hacia presumir que nuestro ejercito entero se replegaría sin combatir, hasta la capital. Debiólos confirmar en esta creencia, la circunstancia de que no se rompía sobre ellos el fuego, a pesar de hallarse ya a tiro de fusil de las fortificaciones, lo cual provenía de la orden espresa de los generales Rincón y Anaya, quienes para no gastar pólvora en balde, habían dispuesto que no se disparara sobre los enemigos hasta que estuvieran a una distancia muy corta. Hízose así en efecto; y el estrago terrible que las descargas produjeron en las filas de los norte-americanos, los obligó a detenerse por un momento, intimidados y sorprendidos. Poco tardaron, sin embargo, en continuar su avance, dirigiéndose sobre el frente del parapeto una fuerza, y otra más considerable sobre el costado derecho. Trábase entonces un reñido combate, que el valor y los soldados de ambas naciones prolonga por algún tiempo, hasta que la pérdida de consideración de los enemigos los precisa a retroceder.

Hubo en aquella acción rasgos de valor, dignos de ser mencionados, entre los cuales merece particular elogio el del joven D. Eligio Villamar, oficial del regimiento de Bravos, quien desde los primeros tiros se subió sobre el parapeto, y permaneció allí espuesto al fuego de los enemigos, alentando a sus soldados, y sin dejar un momento de victorear a la República y a los generales Rincón y Anaya. Su arrojo fue tanto más notable, cuanto que dedicado antes esclusivamente a sus tareas científicas y literarias, aquella era la primera vez que afrontaba la muerte en un campo de batalla.



AI principio del ataque se introdujo alguna confusión en las filas del batallón Bravos, ocasionada por las bajas que tuvo de soldados muertos o heridos por el fuego que recibían de sus compañeros de Independencia. La mayor parte de este cuerpo cubría con su pecho el flanco derecho de la posición, enteramente descubierto por la falta de parapeto, y los soldados restantes estaban situados en la azotea del convento y en unos andamios que se habían levantado dentro de un corral, para suplir las banquetas. Las punterías bajas de los tiradores dañaban naturalmente a varios de los que defendían el parapeto. Advertida por el general Rincón la causa del desorden, mandó bajar de la altura a los tiradores situados allí, y que se incorporaran al resto de su batallón.

Como acabamos de ver, la división americana del general Twiggs, que había dado el primer ataque, acababa de ser rechazada. La llegada de las otras, que apresuradamente acudían en su auxilio, no sólo le proporcionó medios de acometer de nuevo, sino que dio lugar a que el convento fuese atacado por varias partes, generalizándose en pocos minutos el combate. Los valientes de Churubusco no desmayan: multiplican sus esfuerzos para rechazar al enemigo, y su fuego certero aumenta considerablemente el número de los muertos y heridos. Sin embargo, la situación de esos esforzados combatientes es ya bastante crítica: su retaguardia misma, el punto único por donde pueden salvarse en caso de un desastre, esta ya atacada por la división del general Worth, que avanza sobre las tropas en retirada de San Antonio. Y no es esto lo peor, sino que las municiones empiezan a escasear, y se prevé el momento en que su falta absoluta impedirá toda resistencia eficaz.

El general Rincón había previsto desde el principio este inconveniente; por lo que estuvo mandando a los dos ayudantes que permanecieron a su lado, y aun a los extraños que se presentaban, a pedir municiones al general Santa-Anna. Uno de aquellos, encargado de manifestarle que la posición había sido flanqueada, que simultáneamente la atacaban todas las fuerzas enemigas, y que escaseaban ya las nuestras y el parque, recibió por contestación que a todo se había provisto, y que se defendieran. Movido, no obstante, por lo que se Ie decía, mando Santa-Anna de refuerzos unos piquetes de Tlapa y Lagos y la compañía de San Patricio. Despachó también un carro de parque, el cual resulto de diez y nueve adarmes para fusiles que no tenían este calibre: así es que la desesperación de los soldados llegó a su colmo, cuando con la esperanza de mantener el combate, y aun de triunfar, se arrojaron a los cajones de parque, y despedazándolos con las manos, llevaban los cartuchos al cañón, que desgraciadamente era muy estrecho para contenerlos...

A los únicos que sirvió aquel parque, fue a los soldados de San Patricio, cuyos fusiles tenían el calibre correspondiente. Su comportamiento merece los mayores elogios, pues todo el tiempo que duró aun el ataque, sostuvieron el fuego con un valor estraordinario. Gran parte de ellos sucumbió en el combate: los que sobrevivieron, más desgraciados que sus compañeros, sufrieron luego una muerte cruel, o tormentos horrorosos, impropios de un siglo civilizado, y de un pueblo que aspira al título de ilustrado y humano.

El cargo grave e incontestable, en nuestro concepto, que resulta al general Santa-Anna, de haber desdeñado la victoria, que pudo alcanzar aquel día, y abandonado a sus propios esfuerzos a los de Churubusco, se desnaturalizo con imputar a traición, y pretender fundar ese nuevo capítulo de acusación, en la especie demasiado trivial y absurda, de que algunos cartuchos que se encontraron sin bala, habían sido espresa y deliberadamente destinados a hacer ineficaz la defensa, protegiendo la causa y vidas de los enemigos, como si el general en gefe hubiera de descender a desempeñar los deberes de un guarda parque..., No por eso es menos cierto que algunos cajones contenían parque de instrucción, y que varios soldados, para suplir la bala, buscaban piedras de un tamaño proporcionado.

Volvamos ahora a la relación del ataque, de la que nos han desviado las anteriores consideraciones.

En los momentos más empeñados de la lucha, y cuando su éxito parecía próximo a decidirse en favor de los enemigos, el general Anaya subió a la esplanada a caballo, mandó cargar una pieza a metralla, y apeándose luego, dirigió personalmente la puntería. Las chispas del lanza-fuego que sirvió para disparar la pieza, incendiaron el parque, abrasando a cuatro o cinco artilleros, al capitán Oleary que la servia, y al mismo general Anaya. Todos ellos quedaron fuera de combate, menos el general, quien a pesar de haber permanecido ciego por algún tiempo, no abandonó el campo de batalla. Durante toda la acción, se Ie veía siempre en el peligro, lo mismo que al sereno general Rincón, recorriendo el uno toda nuestra línea para alentar al soldado con su presencia, y fijo el otro en un lugar, para dictar sus disposiciones como gefe.

A la energía y buen comportamiento de estos dignos militares, correspondía la conducta decidida y gloriosa de sus subordinados. Los gefes, los oficiales, los soldados, competían en ardimiento, y no desmayaban un punto, aunque bien conocían lo crítico de su posición.



Las acciones de denuedo se repetían cada vez que el arrojo del enemigo hacia el peligro inminente. El patriota y esforzado coronel, O. Eleuterio Méndez, que había pedido para su hijo y para sí el puesto de mayor peligro, permanecía firme en ese puesto a que alcanzaban todos los tiros sin herirlo. EI teniente D. José Maria Revilla abandona las filas de la infantería, en donde combatía sin peligro, y sirve a caballo de ayudante del general Rincón, a quien parte de los que desempeñaban a su lado esta comisión, habían abandonado. El entusiasta oficial D. Juan Aguilar y López se encuentra con una pieza que no podía servirse por falta de artilleros, y aunque sin instrucción alguna, esponiendose a volar, si no toma las precauciones debidas, se dispone a utilizar el cañón en contra de los asaltadores; llama a dos cabos de su cuerpo para que lo auxilien, y entre los tres sostienen por algún tiempo el fuego, bastante costoso al enemigo. Por ultimo, llega allí el oficial de artillería Álvarez, y se encarga de dirigir la pieza; pero no por eso se retira Aguilar, sino que en unión de sus compañeros, continúa en aquel puesto, ayudando a dispararla.

Tres horas y media había durado ya la acción, sin que los repetidos esfuerzos de los americanos les hubieran dado un triunfo decisivo. El ánimo de nuestras tropas no decae: antes al contrario, a cada momento se sienten los soldados más deseosos de prolongar el combate. Por desgracia las municiones estaban ya casi completamente agotadas: los respectivos gefes de los cuerpos, cuyos nombres hemos consignado en otro artículo, urgían por parque al general Rincón.

El tiroteo comienza a apagarse por nuestra parte, a proporción que el parque escasea más y más: acabase por fin, y de aquel convento, que arrojaba poco antes fuego por todas partes, como un castillo, no sale entonces un solo tiro, como si ninguno de sus defensores hubiera quedado en pie. El enemigo se sorprende con aquel silencio repentino, que no sabe a que atribuir, y temeroso de que sea una estratagema de guerra, tarda algunos minutos en decidirse a avanzar sobre el parapeto, del que no recibe ya ninguna ofensa. Nuestros soldados, por su parte, llenos de desesperación, descansaban ya en su mayor parte sobre sus armas descompuestas, y ardientes como el fuego vivo que habían despedido. Los generales Rincón y Anaya, agobiados también de tristeza, viendo que no les quedaba arbitrio para prolongar la resistencia, mandaron que la fuerza toda se replegara al interior del convento a esperar el fallo de su suerte; pero todavía en aquellos terribles momentos en que hasta la esperanza misma parecía perdida, hubo valientes que intentaron hacer el ultimo esfuerzo de la desesperación, y su denuedo añadió nuevas víctimas a la que ya nos había costado aquella memorable defensa.

El intrépido Peñuñuri se dispone a cargar a la bayoneta sobre el enemigo, a la cabeza de unos cuantos soldados de su cuerpo; pero apenas ha avanzado unos cuantos pasos, cuando una bala lo hiere de muerte. Ni aun entonces se doblega su corazón esforzado: incapaz ya de moverse, retirado por sus amigos al interior del convento, continúa aun alentando a sus soldados, y muere, por fin, con la dignidad y la grandeza de los heroes.

También el patriota capitán de cazadores, D. Luís Martínez de Castro, recibía otra herida mortal al emprender abrirse paso por entre los enemigos, para incorporarse a su regimiento, del que había sido cortado. Martínez de Castro cayó prisionero, y sobrevivió pocos días al del ataque, a pesar de la eficacia y esmero con que se procuró su salvación. Sucumbió, dejando en el corazón de sus amigos un vació inmenso con su muerte, que lloran la patria, la virtud y la literatura.

Replegadas ya en el convento las fuerzas, que obedecieron las órdenes de los generales, esperaron resignadas la llegada de los enemigos, que por último se habían resuelto a avanzar. El primero que se presentó sobre el parapeto, fue el valiente capitán amencano Smith, del 3º de línea, quien dio aquel ejemplo de valor a cuantos Ie seguían. Y no menos magnánimo y generoso que audaz, apenas se cercioró de que ya por nuestra parte no se hacía resistencia, enarboló bandera blanca, e impidió que la turba salvage que lo acompañaba, cebara su furor en los vencidos.

El patriotismo y la sociedad se horrorizan, al contar entre los vencedores que hacían su entrada triunfal en Churubusco una cuadrilla de bandidos, que con el nombre de contra guerrilleros, capitaneaba el famoso Domínguez, y que como auxiliares del ejército americano hacían la guerra a su patria, con más encarnizamiento que los mismos enemigos. El general Anaya, ya prisionero, impelido de un sentimiento de execración y horror, apostrofó al insolente cabecilla llamándole traidor, con riesgo de su propia vida.

Un clamoreo general había anunciado la llegada de Twiggs, que saludando cortés y marcialmente a los generales y oficialidad mexicana, arengó a los suyos, encomiando su valor y recomendando a los prisioneros. Estos, en aquella esforzada defensa, habían acertado veintidós tiros al pabellón americano, que llevaba Twiggs en las manos despedazado. Un momento después flameaba en el convento de Churubusco, y presidia a la escena de muerte, desolación y llanto, que aquella religiosa mansión, tan sosegada y tranquila en otro tiempo, presentaba el 20 de Agosto de 1847.”

Como se refiere en los Apuntes, la defensa mexicana dura hasta agotar el último cartucho, cuando se rinden. Cuando a su llegada el general Scott reclama el parque, el general Anaya le responde: “Si hubiera parque, no estuviera usted aquí”.

Los invasores norteamericanos toman cientos de prisioneros mexicanos e irlandeses del Batallón de San Patricio, cuerpo integrado por irlandeses llegados con el ejército invasor y que al comprender la injusticia de esta guerra, similar a la que ellos libraban contra los ingleses, poco a poco se pasaron a las fuerzas mexicanas formando un Batallón denominado “Compañías de San Patricio”, que combatía bajo una bandera blanca con la imagen del santo. Estos irlandeses participaron en las batallas de La Angostura y Padierna bajo el mando del general Gabriel Valencia y luego en la defensa de Churubusco. De sus doscientos sesenta efectivos murieron casi todos, pues ocupaban los puestos más riesgosos; la mayoría de los últimos setenta y dos que quedaron serán condenados a muerte por traidores y ejecutados entre el 9 y el 13 de septiembre en San Ángel, Mixcoac y Tacubaya. Su capitán, John O’Reilly, salvará la vida, pero será degradado, azotado, marcado en la cara con la letra “D” con hierro candente por desertor y condenado a la ignominia de ver ahorcar a sus hombres que antes habían cavado sus propias tumbas; después no se volverá a saber de él... algunos de los pocos irlandeses que lograrán escapar seguirán luchando contra los Tratados de Guadalupe Hidalgo en la guerrilla de Dómeco Jarauta en Guanajuato.

En merecido reconocimiento a estos bravos irlandeses, se colocará una placa en su memoria en la plaza de San Jacinto en San Ángel y el 28 de octubre de 1999 se inscribirá con letras de oro en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados: “Defensores de la Patria 1846-1848 y Batallón de San Patricio”.

domingo, 18 de agosto de 2013

19 de agosto de 1811 Se establece la Junta de Zitácuaro, a la que se llamó la Suprema Junta Nacional Americana.





La Junta de Zitácuaro, también conocida con el nombre de Suprema Junta Nacional Americana o Suprema Junta Gubernativa de América, fue un consejo formado a la convocatoria de Ignacio López Rayón en la villa de Zitácuaro (Michoacán) entre el 19 de agosto de 1811 y 1813. El 2 de enero de 1812, Calleja derrotó a las tropas insurgentes en la Batalla de Zitácuaro, expulsándolos de la localidad. El propósito de la Junta era instituir un órgano de gobierno para la nación mexicana, en tanto que no reconocía la sujeción a la estructura virreinal novohispana, por considerarla ilegítima en tanto que representante de una potencia invasora de la metrópoli.

La junta fue instituida el 19 de agosto de 1811. Formaron parte de la Junta, entre otros, José María Morelos y Pavón, José María Liceaga, el cura José Sixto Verduzco y el mismo López Rayón. Los tres últimos fueron nombrados vocales de la Junta por los dieciséis jefes insurgentes regionales que asistieron a la instauración del organismo. Ignacio López Rayón, además, fue elegido Ministro Universal de la Nación y Presidente de la Suprema Corte. Poco después, la Junta nombraría también a Morelos como vocal.

El 2 de enero de 1812, la Junta fue expulsada de la villa de Zitácuaro por el ejército español encabezado por Félix María Calleja. De ahí se trasladó a Sultepec, en México, donde produjo algunos documentos interesantes, obra casi todos ellos del zacatecano José María de Cos.

La Junta de Zitácuaro ejercía la administración de los pueblos bajo su dominio, y en teoría nombraba autoridades locales. Sin embargo, esta última tarea casi siempre recaía en los jefes militares que habían conquistado plazas que estaban fuera de su dominio. Debido a las disensiones sobre el modo de conducir la Junta, en la práctica, su autoridad quedó restringida a un área muy pequeña, y casi todos sus adeptos obraban como mejor pudieran o les pareciera. Finalmente, esa misma incapacidad para extender su autoridad, aunada a los fracasos en la campaña militar llevada a cabo por López Rayón, dieron al traste con la Junta, en el momento en que se pensaba incluir a un representante de la provincia de Oaxaca, recién tomada por Morelos.

Agosto 19 de 1847 Tropas mexicanas al mando de Valencia, luchan contra los invasores norteamericanos al mando de Scott en Padierna, Contreras, D. F.



En la batalla de Padierna, Gabriel Valencia vence al invasor, pero Antonio López de Santa Anna ordena absurdamente la retirada, orden que Valencia no cumple. Por el desacuerdo, cunde el desconcierto que aprovechan los invasores para rodearlo y apoderarse del punto al día siguiente. Santa Anna asume el papel de simple espectador y se retira con su tropa a San Ángel, procurando concentrar las fuerzas a su mando.

Se cuenta en Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos:

Entre doce y una del día, el coronel Barreiro se presentó al general Valencia, diciendo que los americanos subían el cerro de Zacatepec.

Efectivamente, los enemigos, saliendo de la Peña Pobre, se dividieron en dos columnas principales: una subió al cerro de Zacatepec, y describiendo su marcha una curba, descendió a la falda del mismo, reuniéndose a la otra parte; y avanzando de frente, amenazaron a las fuerzas nombradas del rancho de Padierna, situando sus piezas ligeras a la falda del N. del cerro. Entonces anunció el clarín: "enemigos a la derecha", y se disparó el primer cañonazo sobre la sección de Zacatepec.

Inmediatamente mandó el general Valencia traer de Anzaldo la reserva, y la colocó cerca de las baterías, dejando desguarnecido aquel punto. Avanzó también la caballería del mando del general Torrejon, hasta colocarse entre la loma y Anzaldo. Este movimiento se ejecutó con un orden y con un concierto, que todos admiraron.

Entre tanto, hubo algunos tiros de cañón de San Antonio y Coapa: se creyó que el enemigo atacaría por distintas partes; pero el general Valencia, consecuente con su primer plan, tenia atalajadas las mulas, y todo listo para acudir al socorro de San Antonio en caso necesario.

Entre dos y tres de la tarde se empeñó el combate. En todas las alturas de las inmediaciones había multitud de espectadores. Era un cuadro imponente y sublime el que se ofrecía a las miradas de todos.

La avanzada que mandaba el capitán Solís, hacia esfuerzos estraordinarios de valor; la artillería nuestra pretejía su defensa, y las fuerzas de Padierna fulminaban sus tiros, al mando del general D. Nicolás Mendoza, cuya presencia no les faltó un instante en los puntos de mayor riesgo. Entonces hacen los enemigos un empuje vigoroso: se escucha el alarido de sus hurras salvajes, y toman el punto de Padierna. En estos momentos salió herido el general Parrodi, que estaba inmediato a nuestras baterías. La retirada de Mendoza fue tranquila. Antes de tomar Padierna, los americanos se dividieron en dos fracciones; una que atacó aquel punto, y la otra que se emboscó por el pedregal, amagando nuestro flanco izquierdo. El fuego de artillería no cesaba: los enemigos también generalizaron el suyo, jugando sus piezas de campaña con celeridad y sus cohetes a la congreve con repetición. La voz del general Valencia se escuchaba en todas partes, animando a los cuerpos que se batían a pecho descubierto. Todos cumplían exactamente con sus deberes...

Los americanos, que se habían ocultado desde el principio de la acción en el pedregal, aparecieron por frente a Anzaldo que por un falta imperdonable estaba, como tenemos dicho abandonado, avanzando en dirección a San Gerónimo. El general Valencia manda al regimiento de caballería de Guanajuato por el camino a que los contenga. Esta fuerza era insignificante en su número, e ineficaz por la arma a que pertenecía. Hay un corto tiroteo: queda cortado parte del regimiento: los enemigos atraviesan uno a uno, y se emboscan la arboleda que rodea a San Gerónimo, frente de la cual hay un plano de poca estension, rodeado de lomas escabrosas organizándose en el bosque, intentan una salida sobre el punto que ocupaba Valencia. Los avisos que desde el principio la acción se habían mandado a los generales Pérez y Santa Anna, se repiten ahora en vista del peligro inminente que nos amenaza. Ordénase a Torrejon, al ver la tentativa del enemigo, que cargue con toda la caballería: ejecuta la orden decidido el general Frontera con el número 2: resuena el tropel de los caballos, y se percibe el ruido de los sables... En estos instantes aparece sobre las lomas del Toro, que dominan el camino, la brigada del general Pérez, y en medio de sus músicas y vivas, se desplega en guerrillas y en columna, y se prepara a atacar al enemigo de San Gerónimo. Compraba entonces Frontera con su sangre el lauro de los héroes: daba libertad a su alma generosa el plomo del invasor, y dejaba con su cadáver sangriento un recuerdo, para sus amigos, de ternura; para la patria, de gloria.

El camino recto estaba cortado por los americanos, que pasaban con dificultad del Mal-Pais a S. Gerónimo; pero las fuerzas que tenían allí eran aun muy reducidas, y cualquiera esfuerzo hubiera bastado para restablecer la comunicación entre los dos ejércitos mexicanos.

Pocos minutos antes nuestra situación era desesperada: estábamos cortados; cualquiera habría predicho la derrota; pero la situación cambia ahora enteramente: ahora los americanos son los cortados; ahora todo es favorable; y efímera, alumbra la luz de la victoria por un momento, nuestras armas desventuradas.

Se toca retirada a las tropas del general Pérez por tres veces, y el general Santa-Anna permanece inmóvil con aquella división, cuya presencia había hecho vacilar al enemigo, y temer al general Scott por el éxito de la batalla; pero el mismo hecho de no pasar por el camino, cuando aun era muy posible, hizo creer a la generalidad, que Santa-Anna quería encerrar entre su división y la nuestra las fuerzas enemigas, y verificar de aquel modo su derrota.

No obstante, la ocasión oportuna se había perdido. Luego se supo que cuando después de atacar el general Frontera, llegaron las fuerzas de Santa-Anna, Scott hizo un movimiento de desesperación, como quien de repente se encuentra con un gran peligro. ¿Cómo se responderá de esta inconcebible negligencia?

Durante todo este tiempo de inmovilidad inesplicable de las fuerzas de Santa Anna, el fuego se empeñaba en varias direcciones: los cuerpos todos competían en arrojo: el general Valencia redoblaba más y más sus esfuerzos. En lo más empeñado de aquella acción, el general Valencia dio muestra de un valor, que nadie, sin villanía, se atreverá a negarle.

AI punto de disponer el general Valencia la carga de caballería de que hemos hablado, mandó que se situara una batería a la retaguardia del campo. Luego que murió el general Frontera, frustrada su operación, quedó formada en batalla a la derecha del bosque, marchando a reforzarla el batallón de Aguascalientes, cuando se observo que los americanos de San Geronimo hacían una nueva tentativa sobre el campo.

Al oscurecer, repentinamente entre mil vivas, hacen un esfuerzo nuestros soldados para recobrar Padierna. Allí trepa el comandante de batallón Zimavilla, al frente de su cuerpo, blandiendo su espada, alentando a sus soldados. Nuestras baterías los pretejen con sus fuegos: Cabrera, con el resto de su brigada, lo sigue valientemente: se confunden los nuestros; con los enemigos: una bala de cañón derriba la parte supenor de una de las pareces de Padierma; y al disiparse el polvo, coronan nuestros hermanos vencedores aquel punto, con tan tenaz arrojo disputado, gritando y repitiéndose el clamor de ¡Viva la Republica!

Después de las oraciones de la noche, y entre la lluvia, se oyeron algunos cañonazos en las lomas del Olivar de los Carmelitas, donde estaba a esa hora Santa-Anna. Esto, que parecía su auxilio era su despedida.

Efectivamente, después de aquellos tiros, descendió el general Santa-Anna del Olivar, y sus acompañantes en coro se jactaban de que con su presencia había libertado al insubordinado Valencia de la derrota. Las tropas que fueron con el general Santa-Anna se retiraron después por su orden, dejando circunvalado a Valencia por todas partes, y yéndose a alojar a San Ángel...

A poco de haber llegado a dicho punto el general Santa Anna, algunas personas, entre ellas el Sr. Diputado D. José Maria del Rio, Ie esplicaron la verdadera posición del general; Valencia, y entonces envió con sus ordenes a su ayudante D.J. Ramiro, a quien acompañó el Sr. del Río por veredas seguras, como práctico en el conocimiento del terreno...

Muy distinto era el aspecto del general Valencia a la caída; de la noche: persuadido de la permanencia en sus puntos de las tropas de Santa-Anna, viendo que conservaba sus posiciones; reconociendo corta su perdida, y contentos y con denuedo sus soldados, soñó en el triunfo, se entregó a vanas demostraciones de gozo, y estraviado por él, dictó él mismo su parte, después, por la derrota, convertido en ridículo, y en que el despilfarro de empleos y condecoraciones producía hoy cargos contra su persona, aun dado caso que hubiera triunfado.

El campo quedo tan a cubierto como era posible; sirviendo de grandes guardias los cuerpos colocados en los puntos avanzados, y eran: en Padierna, la brigada de Cabrera; enfrente de San Geronimo, Aguas-Calientes; en el puente, la brigada de Torrejon; y por la Fabriquita, la del general Romero.

Los soldados no habían comido: después de la fatiga del combate no tenían ni un pedazo de pan, ni un leño para calentarse, ni un lugar en que reclinarse. Estaban traspasados por la lluvia, y sin embargo, no había una queja, ni una murmuración, ni un sólo signo de descontento. El general Valencia se guareció en una barraca que había en el lugar de las baterías. A las nueve llegaron a ella Ramiro y del Río, diciendo que iban de parte del general Santa-Anna. Comenzaban a dar su orden, cuando interrumpió Valencia, preguntando donde se hallaba aquel general. Se lo dijeron; se cercioró entonces de la retirada de sus tropas; y ya frente de su horrible posición, en tono colérico, brotando fuego sus ojos, descompuesto, abandonando la circunspección y lo que a sí mismo se debía, prorrumpió en imprecaciones contra el general Santa-Anna, en voz alta, en medio de todos, que participaron de su enojo... El general Santa-Anna Ie decía que quería se pusiesen de acuerdo: el general Valencia, sin oír nada, sin atender a nada, frenético, continuaba sus quejas, hasta que dio por respuesta que Ie mandara la tropa y la artillería que tenia, y que no quería mas. El Sr. Ramiro, en la declaración que dio sobre la conferencia que tuvo con el general Valencia, asegura que Ie llevó ya la orden de retirarse; pero tal aserto esta en contradicción con el informe del general Salas, que asistió a aquella entrevista, y ha dicho que esa orden la llevó el ayudante de Valencia D. Luís Arrieta, a las dos de la mañana.

La impresión que produjo la noticia de la retirada de las tropas auxiliares, fue horrorosa: entonces se tradujo como abandono criminal la inmovilidad de Santa-Anna en la tarde, y cundiendo rápido el descontento, el menos conocedor habría predicho la derrota del siguiente día. Efectivamente, esa noticia, relajando en lo absoluto la moral de la tropa, consumó aquella desgracia.

Con todo, el general Valencia esperaba en la noche algún refuerzo, porque el mal temporal no era disculpa, puesto que nuestros soldados lo sufrían también, y los americanos no tei nian mas techo que el mismo cielo...

A las dos de la mañana, un ayudante del Sr. Valencia como acabamos de indicar arriba, fue a decirle, de parte Santa-Anna, que se retirase, clavando las piezas, inutilizando el parque, salvando sólo lo que fuese posible. La retirada se consideró como una cobardía: las posiciones de los americanos la hacían muy difícil, y el vilipendio de ella sobrecogió a todos generalmente. Rehusóse a obedecer Valencia, ya bajo la influencia de la desesperación.

Este nuevo mensage hizo apurar más hiel a los que tanto estaban sufriendo. Padecían la vigilia a la intemperie, y en tremenda espera, espera de agonía, de una derrota afrentosa y segura...
A las cuatro, el general montó a caballo, reunió a algunos gefes, les preguntó su juicio, y la mayoría se sometió a su solución. Ella fue que todos se colocaran en sus puntos.

AI alumbrar la primera luz del día 20, todos volvieron con ansia sus ojos al rumbo de San Ángel; y cuando se convencieron de que no había auxilio alguno, varios soldados abandonaron el campo desde entonces, y todos se abatieron profundamente. ¡La derrota estaba casi consumada!

AI amanecer, las fuerzas enemigas avanzaron en tres columnas: una se dirigió a una altura que está a la retaguardia de la loma de Pelon Cuauhtitla, sobre nuestro flanco derecho: otra atacó por San Gerónimo: la otra permaneció en el Mal-Pais, frente del camino recto, y se echó sobre el rancho de Padierna. La primera columna, arrojándose sobre nuestra posición con la mayor celeridad, arrolló la pequeña que se le opuso a las órdenes del general González de Mendoza, y desbordó nuestro campo. El general Valencia quiso contener aquel impulso con nuevas fuerzas; pero envueltas por todas partes, reducidas en instantes a un circulo pequeño; agrupadas, confundidas con las mulas del parque, las mugeres, los trenes y todo, la derrota fue momentánea. Hubo esfuerzos estériles y heroicos que seria una ingratitud callar. El teniente coronel Zires se revolvió luchando con los enemigos: los generales Blanco y García trataban en vano de sostenerse, hasta que los pusieron fuera de combate sus graves heridas. En estos momentos verificó su honrosa retirada de Padierna a Anzado el escaso resto de la brigada de Cabrera.

EI general Valencia condujo alguna fuerza de infantería sobre el enemigo; pero el círculo de fuego de los americanos ceñía como una serpiente nuestras fuerzas, y las ahogaba ya desordenadas, ¡perdidas!

Dos caminos quedaban: uno por las inaccesibles lomas de San Gerónim.o; el otro por el de AnzaIdo, ambos cortados por los amencanos. Los que tomaron el primero, rodaban como un torrente de las alturas, revueltos en tropel, soldados, mulas, caballos sin ginete, heridos que poblaban con sus gritos el aire, y mugeres que dando alaridos, discurrían por todas partes como furias. Toda esta masa informe era atropellada por los enemigos, y a ella asestaban sus tiros los bárbaros vencedores.

AI retirarse también en tropel confuso los que tomaron el camino de Anzaldo, se encontraron con la columna de los americanos que había avanzado, y rompiendo sus fuegos, asesinaba a los nuestros. AlIi algunos de los gefes hicieron tentativas valerosas para rehacerse. Salieron en este lugar heridos varios recomendables militares.

Antes de llegar al puente de corta el camino de San Ángel, anterior a Anzaldo, el general Valencia supo que Santa-Anna no había salido de San Ángel sino hasta las seis y media tomando el rumbo del Olivar, donde se cercioró de la derrota. Entonces, torciendo a la izquierda del puente, tomó por las lomas, con dirección, según dijo, a San Ángel; pero lo disuadieron sus amigos, diciéndole que el general Santa-Anna estaba furioso, y en uno de sus ímpetus había dado orden para que lo fusilasen. AI saber esta noticia, tomó otro rumbo el general Valencia.

En el puente merece una especial y honorífica mención el Sr. general Salas, que en medio del fuego, entre tanto desorden, espada en mano, se colocó a la cabeza de la caballería de Torrejon, detuvo un tanto la dispersión, e intentó cargar sobre el enemigo, hasta caer prisionero cerca del mismo puente.

Tal fue la memorable derrota de Padierna. Cuando se consumó, sonrieron satisfechas la ambición y la envidia, y se vio próxima y casi inevitable la pérdida de nuestra hermosa capital.”

La difícil situación del general Valencia lo obligó a retirarse rumbo a Churubusco.



Roa Bárcena (Recuerdos de la Invasión Norteamericana) refiere: "Yo creo que el plan defensivo de Santa Anna era bueno, y que su ejecución habría salvado a la capital; pero creo también que el auxilio eficaz… de Santa Anna a Valencia en los campos de Padierna, habría impedido nuestra derrota, determinado un triunfo, y dado muy diverso y favorable curso a la campaña. ¿Hasta qué punto las malas pasiones… se mezclaron en los cálculos y determinaciones de esos dos jefes que en las primeras horas de una mañana nublada y triste como el porvenir de México, marchaban en direcciones opuestas, ceñudo el rostro y ardiendo el pecho en indignación y odio mutuo, al ver cada cual deshechos por su enemigo sus propios sueños de victoria? ¿Creyó realmente Valencia que de la defensa del punto por él fortificado dependía la salvación de la plaza? ¿Juzgó sinceramente Santa Anna que no podía ayudarle sin exponer la suerte de sus tropas de reserva, y que, supuesta la fatal necesidad de la destrucción del cuerpo del ejército del Norte, su deber como general en jefe consistía, ante todo, en salvar los demás elementos defensivos de la ciudad? ¿Qué parte de responsabilidad cupo a cada uno, dado que los dos la tuvieron, en tan horrible y sangrienta catástrofe que comprometía, acaso para siempre, los destinos de la patria?...

Como consecuencia de la derrota de la división del Norte en Padierna, las tropas norteamericanas avanzarán por el sur y suroeste; finalmente… se harán del control de nuestro territorio hasta la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo.