Al iniciarse el año de 1861, el gobierno encabezado por Benito Juárez sobrevivía penosamente a los miles de embates que le caían encima de todos los espacios y recovecos de la escena nacional, y no el menos poderoso de ellos venía desde el pasado. un país sin recursos económicos, donde los mejores proyectos no tenían vida de realización, extenuando por las guerras y los golpes de Estado. A esto se unía la reciente pérdida de varios de sus más importantes cuadros porque tras la guerra de Reforma habían muerto asesinados por las guerrillas conservadoras Melchor Ocampo, Santos Degollado, Leandro Valle. En ese año moriría Gutiérrez Zamora, gobernador del bastión de liberal de Veracruz, y Miguel Lerdo de Tejada, clave junto a su hermano Sebastian en la formulación de las Leyes de Reforma.
Juárez ha incorporado lo mejor del país a su gobierno, pero el gabinete es inestable: a pesar de que ha gobernado ampliamente la última elección contra González Ortega, solo tiene cinco votos de mayoría para confirmar su victoria. La reacción derrotada en la guerra de Reforma mantiene guerrillas en muchas partes de México, una de ellas con números importantes, la de Leonardo Márquez. KARL MARX, un reportero alemán de temas internacionales, escribía: << El partido liberal comandado por Juárez lleva la ventaja en casi todos los puntos del país (...). La última esperanza del partido católico (conservador) era la intervención española >>.
Y en Europa, no solo en España sino en Inglaterra y Francia conspiraban contra la república: restos del aparto diplomático de los ex presidentes golpistas y conservadores Zuluaga y Miramón, exiliados monárquicos como Gutiérrez de Estrada e Hidalgo, embajadores santanistas como: Juan Nepamuceno Almonte (que paradojicamente fue hijo del insurgente José Maria Morelos y Pavón) en París y Miguel Miramón en la Habana, último reducto del desaparecido imperio colonial español.
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